viernes, 29 de marzo de 2013

EL AMOR A UNO MISMO

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 El amor al prójimo constituye uno de los fundamentos de la ética judeo-cristiana. Numerosos sermones, estudios y ponencias se han vertido al respecto, y esto está justificado en el  hecho de que se trata del segundo gran mandamiento(Lucas 10:25-27).
El énfasis en el amor al prójimo, sin embargo, ha provocado que se haya pasado por alto la frase adverbial que sigue al mandamiento: COMO A TI  MISMO. Esta frase nos da a entender que para cumplir con el requisito de amar al prójimo debe haberse cumplido con el pre-requisito de amarse a sí mismo.
El amor se manifiesta de tres maneras: emoción, expresión verbal y acción. De éstas la más elocuente y eficaz es la acción. Jesucristo enseñó que ninguno tiene más amor que aquel que pone su vida por sus amigos (Juan 15:13), y que el amor de Dios fue tal que se dio a sí mismo en la persona de su Hijo Unigénito para salvarnos(Juan 3:16). El dar, ya sea lo que tenemos o lo que somos, constituye la más intensa y efectiva manifestación de amor. Pero es imposible dar sin antes haber recibido. Si hemos de dar o darnos a nuestro prójimo en servicio debemos estar en óptimas condiciones de modo que demos lo mejor de nosotros mismos. Ello se forja mediante el amor a uno mismo que conduce a la atenciòn de todas las àreas de nuestra vida, el espíritu, cuerpo, alma y mente, de tal forma que se desarrollen al máximo posible. Un ejemplo de ello lo constituye el personaje central de la parábola del Buen Samaritano en Lucas 10:33-35. Consideremos el siguiente perfil del personaje:

1- Era compasivo aún hacia  una persona desconocida ( verso 33 ).
2- Tenia conocimientos de primeros auxilios y equipos para aplicarlos ( verso 33a ).
3-Tenia un medio de transporte adecuado, lo cual está implícito en la segunda parte del verso 33.
4-Estaba en excelente condición física, ya que fue capaz de colocar al herido sobre su cabalgadura ( verso 33b ).
5-Era una persona generosa y solvente, tanto que pudo pagar por el hospedaje del enfermo y de sí mismo en un hotel de la época ( v. 33b ).
6-Tenia conocimientos de enfermería y medicina ya que cuidó de su amigo herido mientras estuvo en el mesón para garantizar su pronta recuperación (v. 33b ).
7-Pagó por adelantado los días adicionales que su amigo permanecería en el mesón ( v. 35a ), una muestra adicional de generosidad y solvencia.
8-Gozaba de crédito y buena reputación en aquel hotel ya que se despidió diciendo que si la estadía adicional de su amigo implicare otros gastos, el los asumiría al regresar, lo cual no encontró objeción en la administración del mesón.

El Buen Samaritano no sólo tenia compasión por el prójimo sino también los recursos para demostrar esa compasión mediante acciones concretas. Si este Samaritano hubiese sido un indigente, no hubiese sido capaz de asistir a su prójimo de manera adecuada ya que hubiera carecido de las herramientas que hacen falta para auxiliar al que está en necesidad.
Hoy nosotros, al igual que el Samaritano, nos encontramos con personas que necesitan ayuda. Éstas personas podrían ser familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo o  desconocidos. Pero, en todo caso, nuestra capacidad de ayudarlas dependerá de cuánto nos hayamos amado a nosotros mismos, habiendo forjado las condiciones para dar y darnos vía el desarrollo de nuestro potencial espiritual, físico  intelectual y financiero. De lo contrario encontraremos que, queriendo cumplir con el requisito de amar al prójimo, y demostrarlo con acciones concretas, estamos inhabilitados para ello por no haber cumplido con el pre-requisito : COMO A TI MISMO.

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