EL ERROR DE EZEQUIAS
Ezequías es
bien conocido por haber sido el rey a quien Dios le indica que debía ordenar su casa, ya
que estaba enfermo y próximo a fallecer (2 Reyes 20:1). Este, sin embargo, se aferró
a la vida y tras humillarse y llorar profusamente, Dios decide prolongarle la existencia
terrenal por quince años (2 Reyes 20:3-6).
Las Escrituras relatan que, pasado el tiempo, luego de su recuperación, Ezequías recibió la visita de un grupo de dignatarios extranjeros, a quienes mostró todos los tesoros reales y las armas guardados en su palacio. Esto fue desagradable a Dios quien, por medio del profeta, le dijo que, como consecuencia de esta acción, todos esos tesoros que tan orgullosamente había mostrado a extraños serian incautados y llevados a Babilonia. También le hizo saber que sus descendientes serian convertidos en eunucos al servicio del imperio invasor (Isaías 39).
El error de
Ezequías puede calificarse como de indiscreción, puesto que mostró lo que no
debía a quien no debía. La discreción se define como el cuidado que se debe
tener al hablar u obrar a fin de evitar que otros se enteren de cosas que
pertenecen al ámbito de nuestra privacidad, lo cual puede eventualmente
colocarnos en una posición de vulnerabilidad.
El deseo de
mostrar a otros lo que somos, tenemos o hacemos forma parte de nuestra naturaleza
social. Sin embargo, llevar esto al extremo puede tener resultados indeseables,
como lo fue en el caso del rey Ezequías.
Hoy en día,
debido al desarrollo de las redes sociales, somos más propensos que nunca a
incurrir en indiscreciones al compartir información personal. La posibilidad de
comunicarnos instantáneamente con miles de contactos y facilitarles datos sobre
nuestra ubicación, actividades y otros asuntos es algo que no se puede tomar a
la ligera. Debemos reflexionar sobre qué podemos compartir y con quién sin que ello
envuelva algún riesgo.
Algunas
personas dan detalles muy precisos describiendo paso a paso sus movimientos y
acciones en las redes sociales. Esto no es necesariamente incorrecto, pero
conviene determinar a quién podemos dirigir esa información. He escuchado casos
de personas que han sufrido robos tras haber informado en las redes que se
encontraban de viaje, lo cual fue aprovechado por delincuentes para invadir sus
hogares.
Las redes
sociales son, sin duda, una maravilla de la modernidad y una excelente
herramienta para compartir información, pero su uso imprudente puede resultar
contraproducente. Conviene, pues, medir que tan lejos podemos llegar al ofrecer
datos o mostrar cosas personales.
No hay
dudas de que la discreción es una virtud que conviene cultivar, no solo en el
manejo de las redes sociales sino también en nuestras interacciones cara a cara
con los demás y en todo otro tipo de actividad que envuelva compartir
información personal o mostrar lo que tenemos. Así evitaremos cometer el error
de Ezequías.