martes, 1 de septiembre de 2020

LA DICHA DE LLORAR

 Llorar no significa ser débil, conoce la razón psicológica detrás de ello

Uno de los discursos más populares de Jesús es el de las bienaventuranzas (Mateo 5: 1-11). En este se ofrece una perspectiva cristiana de lo que nos hace verdaderamente dichosos. Una de ellas se refiere a “los que lloran” (Mateo 5:4).

En general, no consideramos dichosa a una persona que llora, a menos que sea de alegría. ¿En qué forma pueden las lágrimas ser una señal de dicha o felicidad?

La respuesta la ofrece el propio Jesús al señalar que los que lloran son bienaventurados porque “recibirán consolación”.

Por lo general, cuando vemos a alguien llorar le decimos: “No llores”, como si al hacerlo estuviese cometiendo un error. Pero lo cierto es que llorar es lo mejor que puede hacer una persona que atraviesa algún tipo de percance emocional, porque, tal como lo expreso Jesús, “recibirá consolación”. Esa consolación consiste en el desahogo que se experimenta mientras se llora. Todos sabemos por experiencia que tras llorar profusamente sentimos una gran mejoría de nuestra dolencia sentimental.

Erróneamente asociamos el llorar a debilidad o a “cosa exclusiva de mujeres”. Pero lo cierto es que se trata de una habilidad dada por Dios para lidiar eficazmente con las vicisitudes que inevitablemente nos asaltan en el diario vivir.

Jesús mismo lloró en medio del lamento por la muerte de su gran amigo Lázaro, a quien luego resucitaría (Juan 11:35).

Cuando lloramos, literalmente se nos cae un peso de encima y, luego de secarnos las lágrimas, nos sentimos listos para seguir adelante con nuevas energías.

Se sabe por las estadísticas que las mujeres viven unos 10 años más que los hombres. Se argumenta que una de las razones de esto tiene que ver con el hecho de que ellas son mas expresivas y emocionales. Los hombres, en cambio, solemos inhibir las lágrimas porque “los hombres no lloran”; lo cual tiene repercusiones negativas en nuestra salud cardiovascular.

Sin dudas, llorar es una herramienta invaluable para alcanzar inmediato alivio y la necesaria fortaleza en medio de las dificultades de la existencia terrenal. Es un mecanismo diseñado por Dios para ayudarnos a levantarnos en medio de la adversidad y proseguir a la consecución de nuestros sueños y metas.