lunes, 17 de junio de 2013

EL BECERRO GORDO

Uno de los pasajes bíblicos más populares e inspiradores es la parábola del hijo pródigo( Lucas 15:11-23). Ésta parábola relata la historia de un padre rico que tenía dos hijos, uno de los cuales solicita lo que le correspondía como herencia para irse de la casa a vivir su propia vida en otro lugar, gastando todo el dinero en placeres y toda suerte de disoluciones, y quedando finalmente en absoluto estado de ruina y pobreza.
Sumido en una calamitosa condición de miseria, y mientras apacentaba cerdos, a quienes incluso llegó a envidiar por lo que comían, el hijo pródigo vuelve en sí y toma la decisión de retornar a su casa paterna, aunque consciente de que, a causa de sus inconductas, no es digno de ser recibido más que como uno de los tantos sirvientes que trabajan para su padre. Pero ello no ocurre asì, puesto que su padre lo recibe con gran regocijo y de inmediato organiza una gran celebración en su honor.
No hay dudas de que los dos personajes principales de la parábola, el padre y su hijo pródigo, representan a Dios y al hombre perdido en su pecado respectivamente. Pero esto nos lleva a la siguiente interrogante, si Dios es justo, y, por lo tanto, no pasa por alto el pecado sino que da la correspondiente retribución al que transgrede su ley, ¿Cómo puede al mismo tiempo ser misericordioso y perdonar la maldad humana? ¿Acaso el hijo pródigo no era digno de un severo castigo por haber desperdiciado irresponsablemente el dinero de su herencia? ¿Porqué es recibido por el padre con distinciones dignas de una celebridad? ¿Dónde está la satisfacción de la justicia divina conforme a la cual la paga del pecado es muerte?
La respuesta a éstas interrogantes se encuentra en un detalle de la parábola que suele pasarse por alto, y que está contenido en el verso 23: Y TRAED EL BECERRO GORDO Y MATADLO...Este Becerro Gordo es tipo de Cristo, el cual llevó sobre sí el castigo de nuestra paz( Isaìas 53:5). Cristo, al morir en la cruz en nuestro lugar, satisfizo la justicia de Dios haciendo posible nuestra salvación y permitiendo al Padre manifestar su misericordia hacia toda la humanidad pecadora. Cristo, con su sacrificio expiatorio, hizo posible que Dios el Padre pudiese ser justo y clemente a la vez. Nuestra salvación no es el resultado de un borrón y cuenta nueva, fue pagada a precio de la preciosa sangre de Jesús, EL BECERRO GORDO.