viernes, 27 de julio de 2012

EL VINO A SALVAR LO QUE SE HABÍA PERDIDO

Jesucristo no sólo vino a rescatar AL QUE SE HABÍA PERDIDO, sino también LO QUE SE HABÍA PERDIDO ( Lucas 19.10 ). En el evangelio segùn Lucas, del verso uno hasta el diez, leemos acerca de Zaqueo. Este hombre era un descendiente de Abraham (vs.9) que habìa alcanzado èxito financiero ( vs.1).
Pero a juzgar por la declaraciòn que hace el propio Zaqueo en el verso ocho, su enriquecimiento no habìa sido del todo legìtimo. En su ascenso hacia la copa del àrbol de la prosperidad, èste habìa incurrido en acciones deshonestas y dolosas. Probablemente Zaqueo habìa sido en el pasado un hombre honrado que se ganaba la vida apegado a la ley y las buenas costumbres, pero en algùn momento de su vida cediò a la seducciòn del dinero fàcil y echò por la borda los principios y valores que hasta ese momento habìa practicado, para transitar el sendero del enriquecimiento a vapor y sin escrùpulos. Su encuentro con Jesùs lo hace recapacitar y retomar esos valores y principios que habìa dejado atràs. Zaqueo no era un gentil pagano, èl personalmente no se habìa perdido, en el sentido de apartarse de su identidad nacional y religiosa, pero habìa cosas en èl ( principios, valores, buenas pràcticas ) que sì se habìan perdido.
Es posible que hayamos logrado èxito en algùn aspecto de nuestras vidas habiendo echado a un lado los valores y principios que una vez abrazamos al convertirnos a Cristo. Quizàs nuestra empresa o nuestra economìa personal ha prosperado sobre la base de pràcticas deshonestas tales còmo evasiòn de impuestos, fraudes, estafas o cosas por el estilo. Puede que hayamos logrado un tìtulo universitario valièndonos de trampas y sobornos. Quizàs hayamos emigrado a otro paìs y mejorado nuestra situaciòn personal habiendo utilizado documentos  falsos y habiendo mentido a las autoridades consulares. Cual Zaqueo hemos alcanzado la cima del àrbol del èxito, pero no lo hicimos de la manera correcta, pues hemos ganado perdiendo. Hoy como ayer Jesucristo nos llama a descender del àrbol del èxito logrado a nuestra manera, para encontrarnos cara a cara con Èl y asì volver a ser las personas honradas y honestas que una vez fuimos, porque el no sòlo vino a salvar al que se habìa perdido, sino tambièn LO QUE SE HABÌA PERDIDO.

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