domingo, 20 de enero de 2013

EL PODER DE LA LENGUA

La tenencia de un automóvil puede ser considerada una bendición y, en algunos casos, hasta un privilegio, ya que con éste podemos transportarnos cómoda y rápidamente de un lugar a otro. Pero  poseer un vehículo de motor también implica una gran responsabilidad, puesto que con éste podemos atropellar a alguien, destruir propiedades públicas o privadas, y hacernos daño a nosotros mismos. Muchos personas olvidan que mientras conducen sus automóviles tienen en sus manos no sólo una herramienta de gran utilidad sino también un arma  mortal.
Lo mismo ocurre con la lengua, es decir, la capacidad de expresarnos verbalmente. Esta es una habilidad maravillosa dada por Dios que nos distingue y privilegia entre los seres vivos pero que, usada indebidamente, puede hacer mucho mal.
En la Carta del apóstol Santiago, capítulo 3, del verso 2 hasta el 12, encontramos una dramática y aleccionadora exposición del poder de la lengua. En este pasaje leemos que la lengua es comparable al timón de un barco que, aunque relativamente pequeño, es lo que determina el rumbo que ha de tomar la embarcación.  El destino de nuestra vida, cual nave que atraviesa el océano, depende en gran medida de cuan bien o mal usemos nuestras palabras. Santiago también nos dice que quien tiene control de su lengua es una persona perfecta, capaz de controlar todos los aspectos de su vida( verso 2). Por el contrario, quien no ejerce control sobre lo que dice es como un conductor que ha soltado el volante de su vehículo.
Las peores agresiones que podemos infligir no son las físicas sino las verbales. Esto es fácilmente comprobable mediante un sencillo ejercicio mental. Al hacer memoria de dos agresiones que hayamos recibido, una física y la otra verbal, nos daremos cuenta que el recuerdo de la segunda es considerablemente más doloroso. De hecho, el único pecado imperdonable, según lo  declara la Biblia, es uno  que se comete con la lengua, la blasfemia contra el Espíritu Santo( Mateo 12.31-32).
Santiago nos dice que de una misma boca salen bendiciones y maldiciones, pero que esto no debe  ocurrir de esa manera( versos 9 y 10). Debemos procurar dar buen uso a ese maravilloso don recibido de Dios llamado el habla, entendiendo que la lengua es el timón de nuestra vida y que, por lo tanto, ella determina hacia qué destino nos dirigimos, si a uno de bendición,  prosperidad y éxito  o a uno de disolución, derrota y muerte.
 ALGUNOS BUENOS USOS DE LA LENGUA
Bendecir, agradecer, elogiar con honestidad, alabar a Dios, disculparse cuando sea necesario, pedir y conceder perdón, decir la verdad en su justo momento, expresar optimismo, criticar constructivamente, reconocer nuestras faltas, expresar buenos modales, corregir con firmeza pero sin maltratar, practicar el buen y sano humor y, sobre todo, reconocer a Jesucristo como Señor y Salvador.
ALGUNOS MALOS USOS DE LA LENGUA
Maldecir, blasfemar, insultar, ridiculizar, proferir palabras obscenas, expresar negatividad y pesimismo, mentir, usar humor de mal gusto, hacer insinuaciones hirientes, criticar con malas intenciones, chismear, murmurar, divulgar falsos rumores, quejarse innecesariamente y difamar.